25.9.07

Cambios en el blog

Quiero comunicar a mis lectores y amigos que he podado este blog, Tradición Clásica, de excrecencias poco gratas. A partir de hoy, las entradas versarán exclusivamente sobre aspectos de cultura y tradición clásicas. Los artículos sobre enjuagues académicos, corrupción universitaria y endogamia han sido suprimidos de este blog, y relegados a otro, de reciente creación (y que espero tener que actualizar lo menos posible):

Universidad española: endogamia y corrupción

23.9.07

Esto también pasará


Durante la Edad Media, era tal el prestigio de que gozaba Virgilio, que se le consideraba un mago. Se practicaba un método de adivinación, conocido como Sortes Vergilianae. La persona que deseaba escudriñar su futuro formulaba una consulta. El adivino escogía al azar un pasaje de la Eneida de Virgilio, lo leía y lo interpretaba a manera de respuesta a la consulta.

En estos momentos, me gusta imaginar que soy el consultante que, agobiado por el presente ingrato y ansioso por el porvenir incierto, quiere indagar en lo que (le) deparará el futuro. A mi consulta, un adivino (o yo mismo) abre el texto de Virgilio al azar, y lee el siguiente pasaje, del libro I de la Eneida. Eneas y sus compañeros troyanos acaban de arribar a la costa de Libia, tras su derrota en Troya y un agotador periplo por el mar. Eneas, aunque compungido él mismo, consuela a sus compañeros así, con palabras que son de lo más emocionante y conmovedor de la obra:

'O socii—neque enim ignari sumus ante malorum—
O passi graviora, dabit deus his quoque finem.
Vos et Scyllaeam rabiem penitusque sonantis 200
accestis scopulos, vos et Cyclopea saxa
experti: revocate animos, maestumque timorem
mittite: forsan et haec olim meminisse iuvabit.
Per varios casus, per tot discrimina rerum
tendimus in Latium; sedes ubi fata quietas 205
ostendunt; illic fas regna resurgere Troiae.
Durate, et vosmet rebus servate secundis.'

Compañeros de viaje (pues no somos ajenos a desgracias anteriores):
peores males hemos sufrido: un dios pondrá fin también a estos.
Vosotros os topásteis con la rabia de Escila y los escollos que resuenan
desde las profundidades, vosotros habéis sufrido también las rocas de los Cíclopes:
levantad los ánimos y alejad ese triste temor;
quizá incluso algún día nos alegrará recordar esto.
Entre vicisitudes varias, entre tantos peligros
nos dirigimos al Lacio, donde el destino nos promete
una morada estable; allí está escrito que renacerá el reino de Troya.
Resistid, y preservaros a vosotros mismos para momentos felices.
Eneas, tras un breve vocativo (O socii) organiza maravillosamente su alocución de consuelo en tres movimientos: pasado, presente y futuro.
  1. En el pasado (versos 198-202a), recuerda a su compañeros que han sufrido desgracias peores. Palabra clave: ante (v. 198).

  2. Para el presente, les pide presencia de ánimo y valentía (versos 202b-203a).

  3. Y, para el futuro, les augura momentos felices (203b-207). Palabra clave: olim (v. 203).

Las secciones de pasado y de futuro tienen exactamente la misma extensión (cuatro versos y medio).

Me ha recordado este pasaje a un cuento, de origen oriental, procedente de los cuentos de Las mil y una noches, que está accesible en Internet y que se titula "Esto también pasará". Muestra la misma convicción de que los momentos penumbrosos pasarán, y vendrá un futuro mejor.

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:

- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...

Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada. El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.

Quiero agradecer a los lectores de este blog sus palabras de ánimo y valoración. Especialmente, algunos comentarios han verbalizado deseos de que volviera a publicar más anotaciones, de que no dejara que el polvo y la desidia cubrieran el blog. Gracias por el apoyo, por el aprecio, por el ser y el estar. Compañeros de viaje: nos vemos por aquí.

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